Las vueltas de la vida


La vida da muchas vueltas, sin duda. Quién hubiera pensado que el primer hombre que me inspiró confianza, iba a resultar ser el menos indicado. Que después de un desamor tan grande, nuestra vida empezaría a perder el sentido. Pero el tiempo nos enseña que el sentido de nuestra vida lo ponemos nosotras. Que al igual que antes éramos felices, podemos seguir siéndolo o incluso más. Un capítulo de nuestra vida no hace el libro. Que esas grandes equivocaciones que tanto quisimos borrar de nuestras vidas, fueron las que al fin y al cabo nos hicieron crecer como personas. Con los errores es que se aprende, con las equivocaciones es que encontramos infinidad de cosas increíbles dentro de nosotras. Una fuerza de voluntad que pensamos nunca tener y una sensibilidad que tampoco conocíamos.
Quién hubiera pensado que sí se puede superar a un gran amor, o mejor dicho a un gran desamor. Que después de tanto tiempo sintiéndonos de la misma manera, atascadas en un pozo del que pensábamos no poder salir. Después de tantas recaídas, de caernos y levantarnos, de rendirnos para luego volver al ruedo. Después de todo eso y más, un día nos despertamos para ver todo con otros ojos. Empezamos a ver que sí podemos. En nuestro pecho se siente una calidez diferente, sentimos tranquilidad. Y al fin sentimos en carne propia todo lo de “todo pasa” y “el tiempo es todo”, ahora sí lo creemos. Que después de cuestionarnos todo y absolutamente cada cosa que hacemos. Después de dudar de todo y todos, después de desconfiar de hasta nosotros mismos. Después de sentirnos como en una casa sin cimientos, un día volvemos a sentirnos seguros. Volvemos a creer en alguien, pero primero volvemos a creer en nosotros mismos. Empezamos a maquinar menos y a actuar más. Empezamos a abrir esa coraza que tanto tiempo nos permitió escondernos. La abrimos para poder ver más allá, para permitirnos volver a sentir. Quién hubiera pensado que la felicidad se puede encontrar dentro de nosotros. Con lo que somos, con lo que tenemos y con lo que sentimos. Aprendiendo a amarnos más y a criticarnos menos. Y sólo después de sentirnos bien con lo que somos, podemos compartir nuestras vivencias con alguien más. Que la mejor manera de perdonarnos a nosotros mismos, es reconociendo nuestros errores. Mirando un poco más en nuestro interior y no tanto a la vida de los demás. Aprendiendo a escuchar no solo a los demás sino también a lo que nos está pasando. Sólo entendiéndonos a nosotros mismos podemos transmitir a alguien más qué es lo que nos está pasando. Que el rencor y ese odio tan grande que sentimos hacia una persona a la que un día amamos, se puede esfumar como si nunca hubiera existido. Que después de un tiempo nos damos cuenta que el rencor no es nada más que frustración. Incluso quizás arrepentimiento, quizás tristeza... pero no odio. Y que el rencor nos hiere y nos envenena día a día. Es una gran carga que tenemos sobre nuestros hombros y que cargamos solas. Liberándonos de ese rencor no le estamos haciendo un favor a nadie, solamente a nosotras mismas. Quién se hubiera imaginado que hoy al recordarlo, sonrío y no lloro. Que cuando lo recuerdo lo único que se me viene a la mente es eso, recuerdos y nada más. Quizás hasta un poco de ternura por eso que era y ya no soy. Ternura porque hoy puedo ver la inocencia que había en mí, o quizás incluso hasta ingenuidad. Lo recuerdo a él con cariño y a mí también. Que después de culparte a vos, después de culparme a mí. Después de intentar encontrar un culpable, al fin entendí que no lo hay. Que la vida es así, sentimos una conexión con alguien o no la sentimos. Las relaciones a veces funcionan y otras no. Que no es cuestión de buscar errores ni culpables, sino de aceptar que no estaba escrito en el destino. Que esa chica en busca de una relación, se convertiría en esta que está tranquila consigo misma. Esta chica que dejó de buscar, para empezar a vivir. Que aprendió que el amor aparece como consecuencia de nuestra propia felicidad. Aprendió que primero viene el amor propio y después el resto. La vida da muchas vueltas, sí. Sé que lo que pienso hoy probablemente no lo piense mañana. A los que amo hoy no sé si amaré mañana. Los que están a mi lado, no sé si estarán para siempre. Lo que siento hoy puede esfumarse, por eso el momento de vivir es ahora. El pasado sólo nos sirve para aprender. El presente para aprovecharlo y el futuro para ignorarlo. Ignorarlo porque sólo podemos vivir en un lugar a la vez, y ese lugar es el presente. Hoy sé que no puedo escapar a los errores. Que aunque tenga miedo y quiera protegerme, no puedo evitar que me lastimen. Pero sí puedo perderme de vivir grandes experiencias, de conocer a grandes personas y de seguir conociéndome cada día un poco más a mí misma. Después de pasar tanto tiempo buscando a esa persona que me salvara, un día me miré al espejo y la encontré. Me di cuenta que eso que buscaba, eso que pensaba que me faltaba, siempre estuvo en mí.



Y como dice un tema de Cañaman 

“La vida da muchas vueltas, aprende a rodar”.